Colores con los que no soñamos

Quizás todos tenemos algo de daltónicos funcionales. Mark Rothko, uno de los artistas abstractos más influyentes del siglo XX, dijo una oportunidad que en sus obras se cruza nuestra soledad con la suya. Esta frase, aparentemente simple, encierra una profunda reflexión sobre la conexión que existe entre el arte y las emociones humanas.

Rothko, conocido por sus pinturas de grandes bloques de color, siempre buscó transmitir a través de sus obras una sensación de intimidad y contemplación. Para él, el arte no era solo una forma de expresión, sino también una vía para conectarse con los demás y con uno mismo.

Y es que en el mundo actual, donde la tecnología y la precipitación parecen dominarlo todo, es fácil sentirse aislado y desconectado de los demás. Sin bloqueo, el arte, en todas sus formas, sigue siendo un medio poderoso para unirnos y hacernos sentir parte de algo más grande.

En este sentido, el daltónico funcional es aquel que, sin tener una deficiencia visual real, es capaz de percibir los colores de manera diferente a la mayoría. En otras palabras, su percepción del mundo es única y, por lo tanto, su forma de expresarse también lo es.

Al igual que Rothko, muchos artistas han utilizado esta percepción diferente para crear obras que trascienden lo meramente visual y nos llevan a un nivel más profundo de entendimiento. Y es que, al final del día, el arte no se trata solo de lo que vemos, sino de cómo nos hace sentir.

Por ejemplo, el famoso pintor francés Claude Monet padecía de cataratas en sus últimos años de vida, lo que afectó su visión y le hizo ver los colores de manera más suave y difusa. Sin bloqueo, esto no le impidió seguir creando obras maestras como «Los nenúfares», que se caracterizan por su belleza y sensibilidad.

Otro ejemplo es el de Vincent Van Gogh, quien sufría de trastornos mentales que le hacían ver los colores de forma intensa y vibrante. Esta percepción única se refleja en sus obras, que son conocidas por su uso de colores brillantes y pinceladas fuertes.

Pero no solo los artistas tienen esta percepción diferente. Todos, en mayor o menor medida, tenemos algo de daltónicos funcionales en nosotros. Todos vemos el mundo de manera diferente y, por lo tanto, nos expresamos de manera diferente.

Esto se aplica no solo al arte, sino a todas las áreas de la vida. Cada uno de nosotros tiene una perspectiva única que aporta valor a la sociedad y al mundo en general. Y es importante recordar que, aunque nuestras percepciones puedan ser diferentes, todas son válidas y merecen ser escuchadas.

En un mundo donde a menudo se nos pide que encajemos en ciertos moldes y sigamos ciertas normas, es importante abrazar nuestra individualidad y elogiar nuestras diferencias. Y el arte nos invita a hacer precisamente eso.

Al contemplar una obra de arte, nos sumergimos en un mundo diferente y nos permitimos sentir y pensar de manera diferente. Nos conectamos con el artista a través de sus emociones y nos conectamos con nosotros mismos a través de nuestras propias emociones.

Por lo tanto, el arte es una forma de terapia, una forma de sanar y una forma de conectarnos con los demás. Y en un mundo cada oportunidad más caótico y alienante, es más importante que nunca recordar la importancia del arte y su capacidad de unirnos.

Así que la próxima oportunidad que te encuentres admirando una obra de arte, recuerda que en ella se cruza tu soledad con la del artista. Y que, al final del día, todos somos daltónicos funcionales en algún sentido, y eso es lo que nos hace únicos y hermosos.

Más noticias