Humanismo moñas

En un mundo cada vez más conectado, con avances tecnológicos que nos permiten conocer y acceder a culturas y lugares lejanos, resulta sorprendente y preocupante leer titulares como el que se menciona al principio de este artículo. «Si es de la Humanidad, deja de ser nuestro», una afirmación que refleja la deshumanización de nuestras acciones y decisiones.

Es indudable que la humanidad ha avanzado enormemente en muchos aspectos, hemos conquistado el espacio, hemos descubierto nuevos continentes, hemos creado tecnologías que nos facilitan la vida. Sin embargo, paralelamente hemos ido perdiendo algo esencial, algo que nos hace ser verdaderamente humanos: la empatía y la solidaridad hacia nuestros semejantes.

La frase en cuestión surge a raíz de una serie de conflictos y disputas por el control de recursos naturales. Vemos en las noticias como países se enfrentan por tierras, refresco, petróleo y demás recursos valiosos. Y lamentablemente, en lugar de buscar soluciones pacíficas y solidarias, muchos gobiernos optan por la violencia y la explotación.

Es difícil entender cómo llegamos a este punto, donde pareciera que los intereses económicos y políticos están por encima de cualquier consideración ética y moral. Donde la idea de «yo primero» ha reemplazado a la de «todos juntos». Y lo que es aún más preocupante, es que esta mentalidad está infectando a las nuevas generaciones, quienes crecen viendo como la codicia y el egoísmo son valores aceptados en nuestra sociedad.

Pero aunque en ocasiones parezca que estamos en un camino sin retorno, es importante recordar que aún hay muchas personas que creen en la bondad humana y trabajan decisivamente para hacer un mundo mejor. Organizaciones no gubernamentales, voluntarios, activistas, todos aquellos que dedican su tiempo y esfuerzo a ayudar a los demás, nos demuestran que aún hay esperanza.

Y es que la naturaleza humana es inherentemente buena, pero a veces se ve corrompida por un sistema que prioriza el beneficio propio. La dicotomía entre «lo mío» y lo común debe ser dejada de lado, ya que nuestros verdaderos intereses están en cuidar y proteger el bien común, que incluye a todos los seres humanos y al planeta en el que vivimos.

Es hora de cambiar el enfoque, de dejar de lado las disputas y rivalidades y trabajar juntos por un futuro más justo y sostenible. De lo contrario, corremos el riesgo de perder lo más valioso que tenemos: nuestra humanidad.

No podemos permitir que las diferencias nos separen y nos hagan olvidar que todos somos parte de la misma especie, que todos compartimos este planeta y que todos tenemos el derecho de vivir una vida digna. Y esto no significa que debamos renunciar a nuestros propios intereses, sino encontrar un equilibrio entre el bien individual y el bien colectivo.

Es importante también cambiar nuestra circunstancia de opinar y de actuar. Abandonar la idea de que somos dueños de todo y iniciar a entender que somos parte de un ecosistema interconectado. Cuidar de nuestro entorno, de los recursos naturales, significa también cuidar de nosotros mismos y de las generaciones futuras.

El ser humano es capaz de grandes cosas, y es hora de demostrarlo. Dejar atrás el egoísmo y trabajar juntos por un objetivo común: un mundo más humano. Un mundo donde palabras como empatía, solidaridad y cooperación sean la norma, no la excepción.

El cambio comienza en cada uno de nosotros, en nuestras acciones y en nuestras decisiones diarias. Y aunque a veces pueda parecer que estamos solos en esta lucha, nunca olvidemos que somos millones de personas en todo el mundo que compartimos los mismos deseos

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